Introducción.
Las temporadas son algo que influyen en nuestro ánimo aunque no nos demos cuenta, la primavera nos da esa alegría ( y esas alergias) de ver todo florecer, quien no se ha parado a admirar un campo rojo de amapolas, una pradera verde y nos infunden esa alegría de tonos vivos.
El verano, la preparación de la maleta para hacer ese viaje que durante todo el año has preparado, esos colores del atardecer, las nubes teñidas de colores violetas, rosas y rojizos y ese sol ocultándose en el horizonte.
Nuestro otoño, sus colores ocres, rojizos, el olor que precede al invierno con sus hojas caídas y esparcidas por el suelo con ese olor tan característico que te hace que juguetees con las hojas con los pies, ¿Quién no lo ha hecho alguna vez?.
Tan querido como odiado invierno, ese frio que inhalas y hace que te metas aún mas en el abrigo buscando el calor, el olor a castañas asadas paseando por las calles, esa palidez mágica que nos fascina mirando la nieve, el olor a leña y comida “de cuchara” encontrarte con viejos y nuevos conocidos en días especiales y pórtate bien que vienen los reyes y si has sido buen@ pueden que te traigan ese accesorio de Lola Landaluce que tanto te gusta.
Historia del color.
Además de la clasificación de los colores en primarios, secundarios, terciarios y complementarios, los colores también se pueden clasificar en fríos y cálidos. Esta denominación fue creada por el psicólogo alemán Wilhelm Wundt en función de las sensaciones del ser humano ante determinados colores.
Los colores fríos son aquellos asociados al hielo, al agua y la luna. Por lo tanto, transmiten sensaciones de frío. Entre ellos podemos mencionar: azul, verde, morado o púrpura.
Los colores cálidos son aquellos que transmiten sensación de calor, en vista de su ligación al sol, al fuego y a la sangre. Entre ellos encontramos al amarillo, al naranja y al rojo.